Ilusión de justicia · 4 de octubre de 2012

Santiago Pedraz archiva la causa contra ocho de los promotores del 25S. Es una buena noticia para los ocho y, en un sentido más amplio, por la lógica democrática que impregna el auto del juez, una gota de esperanza. Pero nada más. En cuanto se reanuden las protestas, el régimen volverá a utilizar los mismos argumentos que se han desestimado hoy y la policía volverá a identificar, perseguir y detener en su caso a cualquiera que se tome en serio el ejercicio de la ciudadanía. Si tienen que cambiar la ley, la cambiarán. Si un juez molesta, se engarzona. Aunque, en general, todo es más fácil: basta con reinterpretar el lenguaje.

Lo demás es costumbre; quizás, el término más jurídico del diccionario. Un buen día, las fuerzas de orden público empiezan a identificar por sistema a los ciudadanos, como hacían esta mañana junto a la Audiencia Nacional. Un buen día, las fuerzas de orden público empiezan a utilizar por sistema la acusación de desórdenes y atentado. Un buen día, las fuerzas de orden público empiezan a imponer por sistema el castigo de dos días enteros en un calabozo. Y al cabo de muchos días como esos, tapados o alentados desde los grandes medios de comunicación, el abuso se convierte en costumbre y ya no se trata de demostrar la culpabilidad, sino la inocencia.

La ley puede ser muchas cosas, pero desde luego no es ajena a su contexto político, histórico, ético. Ninguna legislación avanzada sobrevive a un contexto de represión; y cuando sobrevive, lo hace como excepción a la regla, para mantener una ilusión de justicia. En España, el Estado ha decidido que la democracia es un obstáculo para los negocios y que la libertad de expresión se debe reducir al balbuceo de un esclavo. Desgraciadamente, el auto de Santiago Pedraz no cambia nada desde ese punto de vista; aunque sirve, eso sí, para recordarnos lo que vamos a perder si aflojamos el pulso.


Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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